Déjense reconciliar con Dios
24 horas con el Señor
4 de Marzo al 5 de Marzo del 2016
Les proponemos 13 esquemas para vivir intensamente estas 24 horas con
el Señor. Cada persona o cada grupo puede hacer una programación a partir
de este Recurso que ponemos en sus manos. Como podrán notar seguimos
de cerca la Bula del Papa “Misericordiosos como el Padre” (Misericordiae
Vultus) que citaremos como MV y con su número correspondiente. También,
aprovechamos algunos textos de Santa Faustina, gran promotora de la
misericordia. Es imprescindible que todos los que participemos llevemos
nuestra Biblia.
PRIMERA HORA:
Iniciamos con la Eucaristía o la Celebración de la Palabra.
Se usan las lecturas del día. Al final, donde se pueda se expone el
Santísimo Sacramento y, si no lo hay, se colocan todos alrededor del Altar.
Introducción General de las 24 horas:
El Papa Francisco al convocarnos a vivir el Jubileo de la Misericordia
nos escribió un documento o bula llamado “El rostro misericordioso como
el Padre” (en latín: Misericordiae Vultus). En su número 17 nos dice: “La
Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como
momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios”.
En concreto nos propone “la iniciativa de las 24 horas con el Señor” a
celebrarse durante el viernes 4 de Marzo y sábado 5 de Marzo, antes del
cuarto Domingo de Cuaresma (MV 18) En estas 24 horas con el Señor se
nos invita de manera especial a lo siguiente:
• A escuchar la Palabra de Dios. Como nos dice el Papa: ¡Cuántas páginas
de la Sagrada Escritura pueden ser meditadas en las semanas de
Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso del Padre!” (MV 17),
sea una experiencia donde se pueda “reencontrar el camino para volver
al Señor”, “vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido
de la propia vida”
• Acercarnos al sacramento de la Reconciliación en estas 24 horas y si no
es posible hacerlo en este momento nos preparamos para celebrar este
sacramento en cuanto nos sea posible. “De nuevo ponemos convencidos
en el centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite
experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia” (MV 18).
Con esta intención, iniciamos en este momento estas 24 horas con el
Señor que viviremos durante todo el día y la noche hasta el nuevo día.
Pongamos todo nuestro interés y toda nuestra disponibilidad a la obra del
Señor que en su misericordia hará con nosotros.
Esperamos que Jesús no tenga que decir lo que dijo a los discípulos que
se dejaron llevar por el cansancio y el sueño: “¿De modo que no pudieron
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permanecer despiertos ni una hora conmigo? Estén despiertos y recen para
que no caigan en la tentación. El espíritu es animoso, pero la carne es débil.”
(Mt 26,41). Sino que al contrario nos diga: “ `Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco
fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor “ (Mt. 25,24).
Comenzamos escuchando la Palabra de Dios (y celebrando la Eucaristía)
para que sea el Señor a través de su Espíritu quien nos conduzca en este
día de gracia.
SEGUNDA HORA:
Con los ojos fijos en Jesús, rostro misericordioso como el Padre
Adoración Eucarística
1. Canto: A ti levanto mis ojos / O: Ante el nombre de Jesús…
2. Oración al Señor:
Señor Jesús, con los ojos fijos en Ti, rostro de la misericordia del
Padre, que en Ti se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen, nos
disponemos a recibir y acoger tu misericordia con el deseo de ser testigos de
la misericordia en medio de nuestro pueblo. Tú, eres el enviado del Padre,
que nacido de la Virgen María, nos diste a conocer de manera definitiva su
misericordia con tu palabra, con tus gestos y con toda su persona
Hoy queremos contemplar el misterio de la misericordia del Padre que
es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Que es condición para nuestra
salvación. Haz que este Jubileo Extraordinario de la Misericordia sea tiempo
propicio para tu Iglesia, para que sea la primera que testimonie, profese y
viva la misericordia como su primera tarea sobre todo en un momento como
el nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones.
Contemplando tu rostro, haz que introduzcamos a toda la gente en el
misterio de la misericordia de Dios. Haz que ese gran río de la misericordia
que desde el corazón del Padre, del Espíritu Santo y de Ti, desde su intimidad
más profunda brota y corre sin parar. Empápanos de tu misericordia y a
través de nosotros que ese río de amor a cada persona, a cada familia y a
toda la sociedad. Amén.
3. En silencio cada uno le propone al Señor su propia intención en
esta Adoración. Presente al Señor las personas que conocemos que
necesitan de su misericordia de manera especial (5 minutos).
4. Canto
5. Escuchemos la Palabra: Exodo 34,5-9.
6. Silencio para releer esta Palabra y contemplar su gran misericordia
con nosotros. (10 minutos).
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7. Meditemos con el Papa Francisco:
“Paciente y misericordioso” es el binomio que a menudo aparece en el
Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios. Su ser misericordioso
se constata concretamente en tantas acciones de la historia de la salvación
donde su bondad prevalece por encima del castigo y la destrucción. Los
Salmos, en modo particular, destacan esta grandeza del proceder divino:
« Él perdona todas tus culpas, y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del
sepulcro, te corona de gracia y de misericordia » (103,3-4).
De una manera aún más explícita, otro Salmo testimonia los signos
concretos de su misericordia: « Él Señor libera a los cautivos, abre los ojos
de los ciegos y levanta al caído; el Señor protege a los extranjeros y sustenta
al huérfano y a la viuda; el Señor ama a los justos y entorpece el camino de
los malvados » (146,7-9). Por último, he aquí otras expresiones del salmista:
« El Señor sana los corazones afligidos y les venda sus heridas […] El Señor
sostiene a los humildes y humilla a los malvados hasta el polvo » (147,3.6).
“Eterna es su misericordia”: es el estribillo que acompaña cada verso del
Salmo 136 mientras se narra la historia de la revelación de Dios. En razón de
la misericordia, todas las vicisitudes del Antiguo Testamento están cargadas
de un profundo valor salvífico. La misericordia hace de la historia de Dios
con su pueblo una historia de salvación. Repetir continuamente “Eterna es
su misericordia”, como lo hace el Salmo, parece un intento por romper el
círculo del espacio y del tiempo para introducirlo todo en el misterio eterno
del amor. Es como si se quisiera decir que no solo en la historia, sino por
toda la eternidad el hombre estará siempre bajo la mirada misericordiosa
del Padre. No es casual que el pueblo de Israel haya querido integrar este
Salmo, el grande hallel (alabanza) como es conocido, en las fiestas litúrgicas
más importantes.
8. Silencio de contemplación de la misericordia de Dios (15 minutos)
9. Recemos o cantemos con unción el Salmo 136 (135). A cada frase
respondemos: “porque es eterna su misericordia”
10. En silencio hagamos nuestro este Salmo: Cada uno y cada una repasa
su propia historia, la de su familia, la de nuestro pueblo y reconoce la
misericordia que Dios ha tenido en su vida, en su familia y en nuestro
pueblo. Si puede escribirlas es mejor (10 minutos).
11. Alabemos, bendigamos, demos gracias por la misericordia que ha
tenido con nosotros. En este momento, el que quiera puede dar gracias
al Señor por la misericordia que ha tenido con él o ella, con su familia,
con nuestro pueblo.
12. Canto de alabanza
13. “Muéstranos Señor tu misericordia”. En silencio intercedamos ante
el Señor por las personas y las situaciones personales, familiares y de
nuestro pueblo que necesitan la misericordia de Dios. (5 minutos).
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14. Momento de intercesión. A cada petición respondemos: “Muéstranos
Señor tu misericordia”.
15. Canto
16. Oremos con el Papa Francisco:
Señor Jesucristo, Tú nos has enseñado a ser misericordiosos como
el Padre del Cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a
Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del
dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en
una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al
ladrón arrepentido. Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la
palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el
mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de
debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en
la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta
esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el
Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda,
con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la
libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que
vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
17. Canto final
TERCERA HORA:
“Déjense reconciliar por Dios” (2Cor 5,20)
1. Motivación:
Uno de los grandes objetivos de estas 24 horas con el Señor es ofrecer
el Sacramento de la Reconciliación a todos los que son movidos por El
a reconocer sus pecados y a pedir misericordia a través del ministerio
de la Iglesia. Por eso, en esta hora de oración nos centraremos en este
Sacramento en el que Dios manifiesta su misericordia de una manera
abundante. Escuchemos con atención esta invitación del Apóstol Pablo;
“Déjense reconciliar por Dios” (2Cor 5,20) y acerquémonos arrepentidos
a darnos este baño espiritual que nos limpia, nos renueva, nos purifica, nos
restaura y nos santifica.
2. Canto de la misericordia: Vengo a Ti, mi Señor…
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3. Oración ante el Señor
Señor Jesús, el Padre te ha dado todo poder para perdonar nuestros
pecados. Así lo hiciste en medio de tu pueblo y lo sigues haciendo a través
de la Iglesia y de tus ministros. Tú has dispuesto que tu misericordia llegue
a nosotros a través de este hermoso sacramento de la reconciliación y de la
Penitencia al decir: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los
pecados, les quedan perdonados» (Jn 20,21-23).
Así nos enseñas que el perdón es un don tuyo que se pide a Ti a través de
tu Iglesia y tus ministros. El perdón no es algo que podamos darnos nosotros
mismos. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo
tuyo, es un don de tu Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de
misericordia y de gracia que brota incesantemente de tu corazón abierto de
par en par.
Sólo si nos dejamos reconciliar contigo, con el Padre y con los hermanos
podemos estar verdaderamente en la paz. Sólo en Ti hay vida y salvación.
Regálanos tu Espíritu para que nos haga descubrir todos nuestros pecados
y nos mueva a dejarnos reconciliar contigo y con tu Padre.
4. Escuchemos la Palabra: Juan 20, 19-23.
5. Meditemos con el Papa Francisco:
“A través de los sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo, la
Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo.
Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida «en vasijas de barro» (2 Cor 4,
7), estamos aún sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a
causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por ello,el Señor
Jesús quiso que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia los
propios miembros, en especial con el sacramento de la Reconciliación y la
Unción de los enfermos, que se pueden unir con el nombre de «sacramentos
de curación». El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de
curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma,
sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien. La imagen bíblica que
mejor los expresa, en su vínculo profundo, es el episodio del perdón y de
la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo
médico de las almas y los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).
Ante todo, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo
que podamos darnos nosotros mismos. Yo no puedo decir: me perdono los
pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos el
perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es
un regalo, es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de
misericordia y de gracia que brota incesantemente del corazón abierto de par
en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda
que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús, con el Padre y con
los hermanos podemos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos
sentido todos en el corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el
alma, un poco de tristeza; y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos
en paz, con esa paz del alma tan bella que sólo Jesús puede dar, sólo Él.
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A lo largo del tiempo, la celebración de este sacramento pasó de una forma
pública —porque al inicio se hacía públicamente— a la forma personal, a la
forma reservada de la Confesión. Sin embargo, esto no debe hacer perder la
fuente eclesial, que constituye el contexto vital. En efecto, es la comunidad
cristiana el lugar donde se hace presente el Espíritu, quien renueva los
corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola,
en Cristo Jesús. He aquí, entonces, por qué no basta pedir perdón al Señor
en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar
humilde y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia.
En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo
a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada
uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se
reconcilia con Él, que le alienta y le acompaña en el camino de conversión
y de maduración humana y cristiana. Uno puede decir: yo me confieso sólo
con Dios. Sí, tú puedes decir a Dios «perdóname», y decir tus pecados, pero
nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por
ello es necesario pedir perdón a la Iglesia, a los hermanos, en la persona
del sacerdote. «Pero padre, yo me avergüenzo...». Incluso la vergüenza
es buena, es salud tener un poco de vergüenza, porque avergonzarse es
saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos
que es un «sinvergüenza». Pero incluso la vergüenza hace bien, porque nos
hace humildes, y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y
en nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para
desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas
cosas, que tanto pesan a mi corazón. Y uno siente que se desahoga ante
Dios, con la Iglesia, con el hermano. No tener miedo de la Confesión. Uno,
cuando está en la fila para confesarse, siente todas estas cosas, incluso la
vergüenza, pero después, cuando termina la Confesión sale libre, grande,
hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la Confesión!
Jesús está allí, y Jesús es más bueno que los sacerdotes, Jesús te recibe,
te recibe con mucho amor. Sé valiente y ve a la Confesión.
Queridos amigos, celebrar el sacramento de la Reconciliación significa
ser envueltos en un abrazo caluroso: es el abrazo de la infinita misericordia
del Padre. Recordemos la hermosa, hermosa parábola del hijo que se
marchó de su casa con el dinero de la herencia; gastó todo el dinero,
y luego, cuando ya no tenía nada, decidió volver a casa, no como hijo,
sino como siervo. Tenía tanta culpa y tanta vergüenza en su corazón. La
sorpresa fue que cuando comenzó a hablar, a pedir perdón, el padre no
le dejó hablar, le abrazó, le besó e hizo fiesta. Pero yo les digo: cada vez
que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta. Sigamos adelante
por este camino”. (Catequesis en la Audiencia General del 19 de febrero
de 2014).
6. Silencio para meditar sobre este sacramento de la misericordia (15
minutos)
7. Canto: Pequé, Pequé, Dios mío
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8. En silencio hagamos un sincero examen de conciencia: En este momento
mirémonos por dentro dejándonos guiar por el Espíritu Santo, nuestro
maestro interior (15 minutos). Ayudados por estas preguntas pidamos
misericordia. (Algunos pueden ir leyendo despacio estas preguntas).
Lector 1: En relación a Dios
¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad? ¿Participo regularmente en
la Misa los domingos y días de fiesta? ¿Comienzo y termino mi jornada con
la oración? ¿Tomo en vano el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos?
¿Me he avergonzado de manifestarme como católico? ¿Qué hago para
crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago? ¿Me revelo contra los
designios de Dios? ¿Pretendo que Él haga mi voluntad? ¿Pongo en mi primer
lugar a personas, cosas, dinero? ¿Creo y practico la brujería, hechicería,
magia? ¿Me he desesperado ante situaciones difíciles y no he confiado el
poder y el amor del Padre? ¿Leo todos los días la Palabra del Señor?
Lector 2: En relación al prójimo
¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo? ¿Juzgo sin
piedad tanto de pensamiento como con palabras? ¿He calumniado, robado,
despreciado a los humildes y a los indefensos? ¿Soy envidioso, colérico,
o parcial? ¿Me avergüenzo de mis hermanos, me preocupo de los pobres
y de los enfermos? ¿Soy honesto y justo con todos o alimento la cultura
del descarte? ¿Incito a otros a hacer el mal? ¿Observo la moral conyugal
y familiar enseñada por el Evangelio? ¿Me dejo llevar de mis deseos
sexuales de manera desordenada? ¿Me dejo llevar de la codicia, de malos
vicios?¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación de mis hijos?
¿Honro a mis padres? ¿He rechazado la vida recién concebida procurando
el aborto? ¿He colaborado a hacerlo? ¿Respeto el medio ambiente, el agua,
los árboles, el silencio? ¿Tiro basura en la calle? ¿He caído en la envidia?
¿He dicho mentiras? ¿He caído en la corrupción robando lo que no es mío y
favoreciendo negocios ilegales? ¿Soy orgulloso? ¿En qué he sido egoísta?
¿He promovido el chisme, la calumnia, la difamación, las peleas, divisiones?
¿He sido desleal con las personas que han confiado en mí? ¿Me preocupo
por el desarrollo integral de mi sector donde vivo? ¿Soy indiferente ante las
personas y las cosas malas que existen a mi alrededor? ¿Doy a cada quien
lo que le corresponde?
Lector 3: En relación a mí mismo
¿Soy un poco mundano y un poco creyente? ¿Como, bebo, fumo o me
divierto en exceso? ¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis
bienes? ¿Cómo utilizo mi tiempo?
¿Soy perezoso? ¿Me gusta ser servido? ¿Amo y cultivo la pureza de
corazón, de pensamientos, de acciones? ¿Nutro venganzas, alimento
rencores? ¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?
10. Contemplemos en silencio al Señor y pidamos misericordia.
(15 minutos)
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11. Pidamos perdón guiados por el Salmo 51 (50): Cada uno toma el
versículo de este salmo que más le llegó, lo lee y hace su propia petición
de perdón. Se concluye con el Yo confieso.
12. Oración final: Jesús mi Señor y Redentor, / yo me arrepiento de todos los
pecados que he cometido hasta hoy y me pesa de todo corazón porque
con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver
a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el
perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.
13. Canto final: Perdona a tu pueblo Señor.
CUARTA HORA:
Acoge la misericordia del Señor en tu corazón.
1. Motivación:
En estas 24 horas con el Señor lo más importante es dejarse llenar de
la misericordia que como un río brota sin parar del corazón de la Santísima
Trinidad y que llega a nosotros de una manera especial a través de la Palabra
que se contienen en las Escrituras Santas, de la Tradición de la Iglesia, de
la creación y a través de los acontecimientos de la vida diaria. Como nos
dice el Papa Francisco: “Un Año Santo extraordinario, entonces, para vivir
en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa
hacia nosotros. En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca
se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y
quiere compartir con nosotros su vida” (MV 25). Está claro que sólo quien ha
recibido misericordia puede dar misericordia.
2. Canto de la misericordia: Hoy perdóname
3. Oración ante el Señor: Recemos el Salmo 57 (56) despacio y con
unción
4. Canto de adoración: Alabado seas mi Señor.
5. Escuchemos la Palabra: Ahora dejemos que resuene la Palabra
del Señor en nuestro corazón. Leamos las parábolas de la
misericordia:
Lector 1; Lucas 15, 4-7. Lector 2: Lucas 15, 8-10. Lector 3: Lucas 15, 11-31
6. Releamos en silencio estas parábolas y destaquemos los
personajes, las acciones, las palabras. (20 minutos).
7. Meditemos con el Papa Francisco:
“En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza
de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya
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disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia.
Conocemos estas parábolas; tres en particular: la de la oveja perdida y de
la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos (cfr Lc 15,1-32). En
estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo
cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra
fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que
llena de amor el corazón y que consuela con el perdón (MV 7).
“Un signo importante del Jubileo es también la Confesión. Acercarse
al Sacramento con el cual somos reconciliados con Dios equivale a tener
experiencia directa de su misericordia. Es encontrar el Padre que perdona:
Dios perdona todo. Dios nos comprende también en nuestras limitaciones,
nos comprende también en nuestras contradicciones. No solo, Él con su
amor nos dice que cuando reconocemos nuestros pecados nos es todavía
más cercano y nos anima a mirar hacia adelante. Dice más: que cuando
reconocemos nuestros pecados y pedimos perdón, hay fiesta en el cielo.
Jesús hace fiesta: esta es su misericordia”.
8. Canto
9. Momento de acción de gracias al Padre por medio de Jesús por su
gran misericordia con nosotros. Se hacen oraciones espontáneas.
10. Canto de acción de gracias
11. Compartamos con los hermanos lo que hemos aprendido de la
misericordia del Padre. (8 minutos).
12. Canto
13. Silencio para meditar (15 minutos)
14. Canto:
15. Momento de acogida de la misericordia. Nos ponemos de pie y abrimos
nuestros brazos hacia el Señor indicando que estamos dispuestos a
acoger su misericordia en nuestras vidas. Mira fijamente al Señor presente
en la Eucaristía y déjate mirar por El. Disfruta de la mirada del Señor, una
mirada sanadora y cariñosa de padre, y sobre todo de madre, que mira
el corazón y no las apariencias. Una mirada que se deja conmover por la
humildad y la verdad de sus hijos. Una que conoce el tesoro que llevamos
dentro y el barro del que estamos hechos. Goza su mirada. Escucha lo
que El está diciéndote en lo más íntimo de ti (15 minutos).
16. Oración espontánea al Señor que te ha mirado y te ha llenado de
tu misericordia. (7 minutos)
17. Oración final: Oración del Jubileo (ver al final de la Segunda hora)
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QUINTA HORA:
Misericordiosos como el Padre (Lucas 6, 36)
1. Motivación:
En estas 24 horas con el Señor lo más importante es que quien se ha
dejado llenar de la misericordia del Padre se vuelva misericordioso como El.
Estamos llamados a dar lo que hemos recibido y así vivir lo que decimos en
el Padre Nuestro: “perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden”. Como nos dice el Padre Francisco: “La misericordia de Dios es
su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea
nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre
esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso
de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es
misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los
unos con los otros”.
En esta hora de adoración supliquemos al Padre que nos dé un corazón
misericordioso como el suyo para brindar misericordia.
2. Himno de la misericordia: cantado o rezado.
Misericordiosos como el Padre/ Misericordiosos como el Padre/
1. Demos gracias al Padre, porque es bueno, / es eterna su misericordia
ha creado al mundo con sabiduría, / es eterna su misericordia
conduce a su pueblo en la historia, es eterna su misericordia
perdona y acoge a sus hijos./ es eterna su misericordia
2. Demos gracias al Hijo, luz del mundo, / es eterna su misericordia
que nos ha amado con un corazón de carne, / es eterna su misericordia
lo que de Él recibimos, a Él se lo ofrecemos,/ es eterna su misericordia
que nuestro corazón se abra a quienes tienen hambre y sed; / es
eterna su misericordia
3. Pidamos al Espíritu sus siete Dones sagrados, / es eterna su misericordia
Fuente de todo bien, dulce consuelo,/ es eterna su misericordia
confortados por Él, ofrezcamos consuelo, / es eterna su misericordia
el amor espera y todo lo soporta, / es eterna su misericordia.
4. Pidamos la paz al Dios de toda paz, / es eterna su misericordia
la tierra espera el evangelio del Reino, / es eterna su misericordia
gracia y alegría a quien ama y perdona,/ es eterna su misericordia
habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, / es eterna su misericordia
3. Oración ante el Señor: Recemos con Santa Faustina:
“Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo
de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su insondable misericordia,
pase a través de mi corazón al prójimo. Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos
sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias,
sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.
Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome
en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y
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gemidos. Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que
jamás critique a mi prójimo sino que tenga una palabra de consuelo y perdón
para todos. Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas
y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y
cargar sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.
Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que
siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y
mi cansancio. (...) Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso
para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo (...) Que Tu
misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí” (Diario, 163).
4. Silencio para hacer nuestra esta oración de Santa Faustina
aplicándola a mi vida, sobre todo, mirando aquellos aspectos de mi
vida en los que me cuesta perdonar (10 minutos)
5. Canto sobre el perdón a los otros
6. Escuchemos la Palabra: Mateo 18, 21-35.
7. Silencio para acoger esta Palabra del Señor. Releamos en silencio
estas parábolas y destaquemos los personajes, las acciones, las
palabras. (20 minutos).
8. Meditemos con el Papa Francisco:
De otra parábola, además, podemos extraer una enseñanza para nuestro
estilo de vida cristiano. Provocado por la pregunta de Pedro acerca de
cuántas veces fuese necesario perdonar, Jesús responde: « No te digo hasta
siete, sino hasta setenta veces siete » (Mt 18,22) y pronunció la parábola del
“siervo despiadado”. Este, llamado por el patrón a restituir una grande suma,
lo suplica de rodillas y el patrón le condona la deuda. Pero inmediatamente
encuentra otro siervo como él que le debía unos pocos centésimos, el cual
le suplica de rodillas que tenga piedad, pero él se niega y lo hace encarcelar.
Entonces el patrón, advertido del hecho, se irrita mucho y volviendo a
llamar aquel siervo le dice: « ¿No debías también tú tener compasión de tu
compañero, como yo me compadecí de ti? » (Mt 18,33). Y Jesús concluye:
« Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de
corazón a sus hermanos » (Mt 18,35).
La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros.
Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que
ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus hijos.
Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros
en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas
deviene la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros
cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir. ¡Cómo es difícil
muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto
en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer
el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para
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vivir felices. Acojamos entonces la exhortación del Apóstol: « No permitan
que la noche los sorprenda enojados » (Ef 4,26). Y sobre todo escuchemos
la palabra de Jesús que ha señalado la misericordia como ideal de vida y
como criterio de credibilidad de nuestra fe. « Dichosos los misericordiosos,
porque encontrarán misericordia » (Mt 5,7) es la bienaventuranza en la que
hay que inspirarse durante este Año Santo (MV 9).
9. Canto
10. En silencio cada uno recuerda a una persona o varias con las que
se siente ofendida y a quienes le cuesta hablarles y brindarles su
perdón. Y luego, repite hasta que pueda esta oración sin añadirle nada
diciendo: “Bendícelo, Señor” o “Bendícela Señor”. Menciona el nombre
de esas personas y sigue diciéndole: “Bendícelo, Señor” o “Bendícela
Señor”. (10 minutos)
11.Todos nos ponemos de pie. Leamos Lucas 6, 36- 38. Luego, mira
fijamente al Señor presente en la Eucaristía. Pongamos nuestras manos
en el corazón y oramos de manera espontánea pidiendo al Señor que
sepamos no juzgar ni condenar, perdonar y dar diciendo a cada petición:
“Señor, danos un corazón misericordioso como el tuyo”. (10 minutos)
12.Canto
13. Oración final: Oración del Jubileo (ver al final de la Segunda hora)
SEXTA HORA:
Vuelve a nosotros sus ojos misericordiosos y haznos dignos de
contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús
1. Motivación: En esta hora de nuestras 24 horas con el Señor junto
con el Papa Francisco: “El pensamiento se dirige ahora a la Madre
de la Misericordia. La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año
Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de
Dios. Ninguno como María ha conocido la profundidad el misterio de
Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la
misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en
el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el
misterio de su amor” (MV 24).
2. Oración al Señor: Señor Jesús, contemplamos junto contigo a tu madre
amada a quien asociaste a tu obra misericordiosa, cooperando con su
corazón traspasado de dolor, en la salvación de la humanidad. Danos
la fuerza para ser orantes como Ella, obediente como Ella, oyente de
la Palabra como Ella, discípula como Ella, decidida por Ti como Ella,
solidaria y compasiva como Ella, seguidores tuyos y misericordiosos
hasta la Cruz como Ella.
16
Déjense reconciliar con Dios
3. Recemos el Salmo 26 (25) a dos coros. Unos dicen un versículo y
otros el otro versículo.
4. En silencio, releemos el Salmo y nos vamos deteniendo
en aquellos versículos que expresen lo que nuestra propia
experiencia. (10 minutos)
5. Resaltemos en voz alta el verso que más he rezado. (7 minutos).
6. Canto a la Virgen
7. Escuchemos la Palabra: Lucas 1, 26-55.
8. Meditemos con el Papa Francisco:
“Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada
desde siempre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres.
Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su
Hijo Jesús. Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel, estuvo
dedicado a la misericordia que se extiende « de generación en generación »
(Lc 1,50). También nosotros estábamos presentes en aquellas palabras
proféticas de la Virgen María. Esto nos servirá de consolación y de apoyo
mientras atravesaremos la Puerta Santa para experimentar los frutos de la
misericordia divina” (MV 24).
9. Silencio contemplando la presencia de María en la obra
misericordiosa del Señor. (10 minutos).
10. Recemos los misterios gozosos del Rosario en este orden:
• Se dice el Misterio. Se dice una intención unida a la misericordia. Se
rezan las avemarías y el Gloria. Luego se hace un canto.
• La Anunciación. (Lucas 1, 30-32, 38)
• La Visitación (de María a su prima Santa Isabel). (Lucas 1, 39-43)
• El Nacimiento de Jesús. (Lucas 2, 6-11)
• La Presentación. (Lc 2, 22-25, 34-35)
• El Niño Perdido y Hallado en el Templo. (Lc 2, 41-47).
11. Se reza o canta la Salve Reina y Madre:
“Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina,
para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y
nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús”
(MV 24).
12. Recemos con Sor Faustina:
Oh María, Madre y Señora Mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi
vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus
manos, oh mi Madre. Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la
gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo. Con tu poder defiéndeme
Plan de Pastoral - Marzo 2016
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de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo
una máscara de virtud. Oh Espléndida Azucena, Tú eres mi espejo, oh mi
Madre.
13. Canto final a María
SÉPTIMA HORA:
Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que soy un pecador
1. Motivación:
Esta hora la dedicaremos a la oración de Jesús o la oración del
corazón o la oración del nombre de Jesús oración del nombre
de Jesús u oración del corazón que es una práctica de nuestros
hermanos cristianos ortodoxos usada, enseñada y discutida a través de la
historia del cristianismo oriental. Ella refleja la enseñanza dada por Jesús
de Nazaret en la parábola del fariseo y del publicano (Lucas; 18:10-14), así
como también la oración “¡Señor, sálvame!” dicha por Pedro mientras se
hundía en el Mar de Galilea (Mateo; 14:30).
Se trata de repetir el nombre de Jesús tantas veces se pueda. Aquí la
utilizaremos en decenas y con momentos de silencio y de escucha de la
Palabra.
Como sabemos el nombre Jesús quiere decir Yahvé salva. Pronunciar
el nombre de Jesús nos salva, nos llena de su poder y amor. El Poder de
Dios está presente en el Nombre de Jesús, por lo que la invocación de este
Nombre Divino actúa “como una señal real de la Acción de Dios. (Un Monje
de la Iglesia de Oriente, La Oración de Jesús, Chevetogne, 1952, p. 87).
‘¡Qué dulce es la Oración de Jesús!’ y, tanto las heridas, como el
enojo, pasan y olvido todo... Doy gracias a Dios, porque ahora entiendo el
significado de aquellas palabras que escuché en la Epístola: ‘Oren sin cesar’
(1 Tesalonicenses 5,17)” (El Camino de un Peregrino, págs. 17-18)
Vivamos esta hermosa experiencia y sigámosla practicando a lo largo
de nuestra vida.
2. Canto: Ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla …
3. Oremos al Señor con el Himno de los Colosenses 1, 15-20
4. Escuchemos la Palabra: Lucas 18, 35-43. Lucas 18, 9-14
5. En silencio releemos la Palabra y la aplicamos a nuestras vidas. (10
minutos).
6. Meditemos sobre la oración de Jesús
La fórmula de la oración del nombre de Jesús que, entre diversidad de
frases, va imponiéndose con el correr de los años es: Señor Jesús, Hijo de
Dios, ten piedad de mí, pecador. Sus elementos se pueden encontrar en la
18
Déjense reconciliar con Dios
Sagrada Escritura. Así, en la oración de los dos ciegos: «¡Ten piedad de
nosotros, Hijo de David!» (Mt 9, 27). En el ruego de la mujer cananea: «¡Ten
piedad de mí, Señor, Hijo de David!» (Mt 15, 23). En el pedido del padre
del epiléptico: «Señor, ten piedad de mi hijo...» (Mt 17, 15). En la oración
de los diez leprosos: «¡Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros!» (Lc 17, 13).
También en la oración del ciego de Jericó, que San Marcos llama Bartimeo,
que clama: «¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!» (Mc 10, 47-48; Lc 18,
38-39).
Un caso aparte, pero con toda probabilidad vinculado al surgimiento de la
‘oración a Jesús’, es la prototípica oración humilde del publicano aspirando a la
misericordia divina: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, pecador!» (Lc 18,13).
En una ocasión, San Juan Crisóstomo, reflexionando en torno al Salmo 4,
sostenía: «Resulta sumamente importante saber cómo debemos rezar. ¿Cuál
es la forma correcta? La podemos aprender del publicano; y no tengamos
vergüenza de tener como maestro a uno que ha dominado el arte tan bien
que unas pocas simples palabras fueron suficientes para que obtuviera
perfectos resultados... Si rezas como él lo hizo tu oración será más liviana
que una pluma. Pues si este modo de orar justificó a un pecador, cuanto más
fácilmente elevará a un hombre justo a las alturas». En los pasajes citados y
en muchos otros de los Evangelios están los elementos fundamentales de la
‘oración’; la gracia, la devoción y el tiempo harían el resto.
7. Canto
8. Primer momento de la oración con Jesús
Se procede así: Se toma un Rosario y se dicen 10 veces esta frase:
“Señor Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí, pecador”. Uno dice “Señor
Jesús, Hijo de Dios”. Todos responden: ten misericordia de mí, pecador.
Cuando se dice 10 veces se reza el Gloria. Entonces, todos dicen: “Señor
Jesús, Hijo de Dios”. Uno dice: ten misericordia de mí, pecador.
Y así se hace hasta rezar las primeras 50 veces.
9. Canto al Señor misericordioso
10. Segundo momento de la oración con Jesús: Se hace igual que en
el primer momento.
11. Canto
12. Tercer momento de la oración con Jesús: Se hace igual que en el
primer momento.
13. Canto
14. Se concluye con la oración del Jubileo (tal como aparece en la
segunda hora) y el Padre Nuestro
Plan de Pastoral - Marzo 2016
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OCTAVA HORA:
Por tu Cruz nos has salvado, Señor
1. Motivación:
En esta hora de nuestras 24 horas con el Señor junto con María
contemplemos la manifestación completa de la misericordia del Padre como
nos dice el Evangelio de Juan: “porque tanto amó Dios al mundo que entregó
a su Hijo unigénito para que todo el que cree en El no perezca, sino que
tenga vida eterna”.
Por eso, esta hora la dedicamos a contemplar los misterios dolorosos que
sufrió Jesús por nuestra salvación.
2. Oración al Señor: Recemos con el Himno de Efesios 1, 3-10
3. Canto a Jesús
4. Escuchemos la Palabra: Juan 19, 31-37
5. Meditemos con Francisco:
“Si Dios se detuviera en la justicia dejaría de ser Dios, sería como todos
los hombres que invocan respeto por la ley. La justicia por sí misma no basta,
y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo
de destruirla. Por esto Dios va más allá de la justicia con la misericordia y
el perdón. Esto no significa restarle valor a la justicia o hacerla superflua, al
contrario. Quien se equivoca deberá expiar la pena. Solo que este no es el fin,
sino el inicio de la conversión, porque se experimenta la ternura del perdón.
Dios no rechaza la justicia. Él la engloba y la supera en un evento superior
donde se experimenta el amor que está a la base de una verdadera justicia.
Debemos prestar mucha atención a cuanto escribe Pablo para no caer
en el mismo error que el Apóstol reprochaba a sus contemporáneos judíos:
« Desconociendo la justicia de Dios y empeñándose en establecer la suya
propia, no se sometieron a la justicia de Dios. Porque el fin de la ley es
Cristo, para justificación de todo el que cree » (Rm 10,3-4). Esta justicia de
Dios es la misericordia concedida a todos como gracia en razón de la muerte
y resurrección de Jesucristo. La Cruz de Cristo, entonces, es el juicio de Dios
sobre todos nosotros y sobre el mundo, porque nos ofrece la certeza del
amor y de la vida nueva” (MV 21)
6. En silencio, contemplemos esta entrega total de Jesús por
nosotros, por su corazón misericordioso (10 minutos).
7. Canto
8. Recemos los misterios dolorosos del Rosario en este orden:
• Se dice el Misterio. Se dice una intención unida a la misericordia. Se
rezan las avemarías y el Gloria. Luego se hace un canto.
20
Déjense reconciliar con Dios
• En el primer misterio doloroso se contempla la oración en el huerto
de los Olivos. (Lc 22, 39-44)
• En el segundo misterio doloroso se contempla la flagelación del
Señor. (Mt 27, 22; Mc 15, 15)
• En el tercer misterio doloroso se contempla la coronación de espinas.
(Mc 15, 16-18)
• En el cuarto misterio doloroso se contempla a Jesús con la cruz a
cuestas. (Jn 19, 16-18)
• En el quinto misterio doloroso se contempla la muerte de Jesús en la
cruz. (Jn 19, 26-27; Lc 23, 44-46)
9. Se reza o canta la Salve Reina y Madre:
“Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para
que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga
dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús” (MV 24).
10. Recemos con San Juan XXIII esta Letanía a la Sangre de Cristo.
Uno lee la primera parte y los demás responden la segunda parte:
• Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesucristo, ten piedad de nosotros.
• Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesucristo, óyenos.
• Señor Jesucristo, escúchanos.
• Dios, Padre celestial, ten piedad de nosotros.
• Dios, Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
• Dios, Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
• Sangre de Cristo, Sangre del Unigénito del Padre Eterno: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, Sangre del Verbo Encarnado: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, corriendo a la tierra en la agonía: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, brotando en la flagelación: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, emanando en la coronación de espinas: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, derramada en la Cruz: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, el precio único de nuestra salvación: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, sin la cual no hay perdón: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, en la Eucaristía bebida y baño de las almas: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, río de Misericordia: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, vencedora de los demonios: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, fortaleza de los mártires: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, fuerza de los confesores: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, que engendra vírgenes: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, constancia de los tentados: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, alivio de los enfermos: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, consuelo de los que lloran: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, esperanza de los que hacen penitencia: Sálvanos.
• Sangre de Cristo: alivio de los moribundos: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, paz y dulzura de los corazones: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, prenda de la Vida Eterna: Sálvanos.
Plan de Pastoral - Marzo 2016
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• Sangre de Cristo, que libera a las almas del lago del Purgatorio: Sálvanos.
• Sangre de Cristo, dignísima de toda gloria y honor: Sálvanos.
• Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: Perdónanos, Señor.
• Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: Escúchanos, Señor.
• Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: Ten Misericordia
de nosotros.
• Señor, Tú nos redimiste en tu Sangre, e hiciste de nosotros un Reino
para Dios y Padre tuyo.
11. Canto
12. Se reza la oración del Jubileo como aparece al final de la Segunda
Hora.
NOVENA HORA
Por tu bondadosa Pasión ten misericordia de nosotros y del mundo
entero.
1. Motivación:
Esta Hora la dedicamos a rezar la Coronilla de la Misericordia tal
como la enseñara Sor Faustina Kowalka que recibió el mandato del
Señor a promoverla para pedir misericordia por cada uno y por el mundo
entera. De Santa Faustina dice el Papa: “En particular el pensamiento se
dirige a la grande apóstol de la misericordia, santa Faustina Kowalska. Ella
que fue llamada a entrar en las profundidades de la divina misericordia,
interceda por nosotros y nos obtenga vivir y caminar siempre en el perdón
de Dios y en la inquebrantable confianza en su amor.
Vivamos esta experiencia de la Coronilla de la misericordia y entremos
en esas profundidades de la misericordia.
2. Canto a la misericordia del Señor
3. Iniciemos rezando el Padre Nuestro, Ave María y el Credo.
4. Al comenzar cada decena (cuentas grandes del Padre Nuestro) el
que dirige dice: “Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y Sangre, el Alma
y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo y Señor Nuestro Jesucristo, en
propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.”
5. En las cuentas pequeñas del Ave María se dice diez veces.
Uno: “Por Su Dolorosa Pasión,
Todos: Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.”
Como en el Rosario se hacen 5 decenas.
6. Al finalizar las cinco decenas de la coronilla se repite tres veces:
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, Ten misericordia de nosotros
y del mundo entero”.
22
Déjense reconciliar con Dios
7. Canto
8. Escuchemos la Palabra: Efesios 2, 1-10
9. Momento de silencio contemplando la misericordia del Señor que abarca
todos los pueblos. Releamos el texto de Efesios 2, 1-10. (10 minutos).
10. Recemos con Sor Faustina la Letanía a la Misericordia Divina
• Misericordia Divina, que brota del seno del Padre - en Ti confío
• Misericordia Divina, supremo atributo de Dios - en Ti confío
• Misericordia Divina, misterio incomprensible - en Ti confío
• Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima
Trinidad - en Ti confío
• Misericordia Divina, insondable para todo entendimiento humano o
angélico - en Ti confío
• Misericordia Divina, de donde brotan toda vida y felicidad - en Ti confío
• Misericordia Divina, más sublime que los cielos - en Ti confío
• Misericordia Divina, fuente de milagros y maravillas - en Ti confío
• Misericordia Divina, que abarca todo el universo - en Ti confío
• Misericordia Divina, que baja al mundo en la Persona del Verbo
Encarnado - en Ti confío
• Misericordia Divina, que manó de la herida abierta del Corazón de
Jesús - en Ti confío
• Misericordia Divina, encerrada en el Corazón de Jesús para nosotros
y especialmente para los pecadores - en Ti confío
• Misericordia Divina, impenetrable en la institución de la Sagrada
Hostia - en Ti confío
• Misericordia Divina, en el sacramento del Santo Bautismo - en Ti confío
• Misericordia Divina, en nuestra justificación por Jesucristo - en Ti confío
• Misericordia Divina, que nos acompaña durante toda la vida - en Ti confío
• Misericordia Divina, que nos abraza especialmente a la hora de la
muerte - en Ti confío
• Misericordia Divina, que nos otorga la vida inmortal - en Ti confío
• Misericordia Divina, que nos acompaña en cada momento de nuestra
vida - en Ti confío
• Misericordia Divina, que nos protege del fuego infernal - en Ti confí
• Misericordia Divina, en la conversión de los pecadores empedernidos
- en Ti confío
• Misericordia Divina, asombro para los ángeles, incomprensible para
los Santos - en Ti confío
• Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios - en Ti confío
• Misericordia Divina, que nos rescata de toda miseria - en Ti confío
• Misericordia Divina, fuente de nuestra felicidad y deleite - en Ti confío
• Misericordia Divina, que de la nada nos llamó a la existencia - en Ti confío
• Misericordia Divina, que abarca todas las obras de Sus manos - en Ti confío
• Misericordia Divina, corona de todas las obras de Dios - en Ti confío
• Misericordia Divina, en la que estamos todos sumergidos - en Ti confío
Plan de Pastoral - Marzo 2016
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• Misericordia Divina, dulce consuelo para los corazones angustiados -
en Ti confío
• Misericordia Divina, única esperanza de las almas desesperadas - en Ti confío
• Misericordia Divina, remanso de corazones, paz ante el temor - en Ti confío
• Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas - en Ti confío
• Misericordia Divina, que infunde confianza, perdida ya toda esperanza
- en Ti confío
11. Oremos al Señor:
Oremos: Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de
compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu
misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos
ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu
santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia Misma” (Diario, 949).
12. Jaculatoria final: “Oh Sangre y Agua que brotaron del Corazón de
Jesús como una fuente de misericordia para nosotros, en Ti confío”.
13. Canto
DECIMA HORA:
“Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo”
(Hch 10, 38)
1. Motivación:
En esta Hora la dedicamos a contemplar a Jesucristo en su caminar por
nuestro mundo llenando de luz toda oscuridad y esparciendo su misericordia
por todas partes. Lo haremos rezando los misterios luminosos del Rosario
deteniendo en cada uno de estas acciones misericordiosas que El hizo para
nuestra salvación.
2. Oración al Señor: Recemos o cantemos todos juntos el Salmo 92 (91).
3. Escuchemos la Palabra: Lucas 4, 16-22
4. Meditemos con el Papa Francisco:
En el Evangelio de Lucas encontramos otro aspecto importante para vivir
con fe el Jubileo. El evangelista narra que Jesús, un sábado, volvió a Nazaret
y, como era costumbre, entró en la Sinagoga. Lo llamaron para que leyera
la Escritura y la comentara. El paso era el del profeta Isaías donde está
escrito: « El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar
a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a
los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y
proclamar un año de gracia del Señor » (61,12). “Un año de gracia”: es
esto lo que el Señor anuncia y lo que deseamos vivir. Este Año Santo lleva
consigo la riqueza de la misión de Jesús que resuena en las palabras del
Profeta: llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar
la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la
24
Déjense reconciliar con Dios
sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se
ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos han sido
privados de ella. La predicación de Jesús se hace de nuevo visible en las
respuestas de fe que el testimonio de los cristianos está llamado a ofrecer.
Nos acompañen las palabras del Apóstol: « El que practica misericordia, que
lo haga con alegría » (Rm12,8).
5. En silencio meditemos esta Palabra el programa de la vida y de la
misión entre nosotros que es su Reino, que estamos llamados a extender
en nuestro mundo. (10 minutos)
6. Canto sobre el anuncio del Reino.
7. Recemos los misterios dolorosos del Rosario en este orden:
Se dice el Misterio. Se dice una intención unida a la misericordia. Se
rezan las avemarías y el Gloria. Luego se hace un canto.
• En el primer misterio luminoso se contempla el Bautismo de Jesús en
el Jordán. (Mc 1, 9-11)
• En el segundo misterio luminoso se contempla la auto revelación de
Jesús en las Bodas de Caná. (Jn 2, 3-5.11)
• En el tercer misterio luminoso se contempla el anuncio del Reino de
Dios invitando a la conversión. (Mc 1,14-15)
• En el cuarto misterio luminoso se contempla la Transfiguración. (Lc
9, 29.35).
• En el quinto misterio luminoso se contempla la Institución de la
Eucaristía. (Mt 26, 26-27)
8. Concluyamos el Santo Rosario dirigiéndole a Nuestra Madre, con amor
filial, el rezo de la Salve: Dios te salve, Reina y Madre..
(También se pueden rezar las Letanías).
9. Oración final
Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud
de cuerpo, mente y espíritu, y por la intercesión de Santa María, la Virgen,
líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
10. Canto final
UNDECIMA HORA:
Misericordiosos como el Padre cultivemos las obras de misericordia
corporales
1. Motivación: En esta hora nos dedicaremos a ser fieles al llamado del
Papa Francisco: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione
durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales.
Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces
Plan de Pastoral - Marzo 2016
25
aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en
el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la
misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras
de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como
discípulos suyos” (MV 15).
2. Canto: Misericordiosos como el Padre
3. Oremos al Señor: Jesús mío, mi Señor: soy tu discípulo. Y te hablo
porque día a día, instante a instante, me doy cuenta mejor de cuanto necesitaba
conocerte para poder hacerme tu discípulo. Te hablo porque sé,
gracias a tu Palabra, que mentiría si te dijera que te he seguido y no lo he
manifestado en el amor a tantas Personas a quienes me has dado como
hermanos. ¡Que los ame de verdad, y no solo con palabras, como sé muy
bien que tú nos has amado! Maestro: Mueve mi corazón y mi lengua para
que te llame y seas siempre ¡Mi maestro! Amén.
4. Escuchemos la Palabra: Mateo 25, 31-46
5. Meditemos con el Papa Francisco:
No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos
juzgados: si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si
acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para
acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45).
Igualmente se nos preguntará si ayudamos a superar la duda, que hace
caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad; si fuimos capaces de
vencer la ignorancia en la que viven millones de personas, sobre todo los
niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza; si
fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si perdonamos
a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de violencia
que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios
que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor
en la oración nuestros hermanos y hermanas. En cada uno de estos “más
pequeños” está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible
como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga ... para que
nosotros los reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado. No
olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz: « En el ocaso de nuestras
vidas, seremos juzgados en el amor » (Palabras de luz y de amor, 57) (MV 15)
6. En silencio, profundicemos en esta llamada del Señor a practicar las
obras de misericordia corporales (10 minutos)
7. Examinemos nuestra vivencia de estas obras de misericordia
escuchando la voz de nuestros Obispos en su Carta Pastoral del 21
de Enero del 2016.
Leamos: a) Visitar a los enfermos
26
Déjense reconciliar con Dios
Abundan en nuestros hospitales enfermos olvidados por sus familiares, o
bien, personas que por la lejanía con el centro hospitalario, no reciben visita
alguna. También en nuestros barrios y comunidades pobres, hay muchos
enfermos que ni siquiera pueden ir a los hospitales y que sufren doblemente:
por un lado, los dolores de sus males físicos y, por otro, la ausencia de
alguien que les muestre afecto y les fortalezca en la fe. Es bueno dar dinero
para los necesitados, pero qué bueno es también darnos nosotros mismos.
Compartamos de nuestro tiempo con ellos y llevémosles una palabra de
aliento, un rato de compañía a esos cristos sufrientes.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Leamos: b) Dar de comer al hambriento
Es un mandato de Jesús compartir con el necesitado, nos lo dice muy
claro en el Evangelio: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el
que tenga qué comer, haga otro tanto “ (Lc 3,11). Ante la actitud insolidaria de
los apóstoles, que quieren que despache a la multitud hambrienta, después
de escuchar sus enseñanzas, Jesús les manda: “Denles de comer ustedes
mismos” (Lc 9,13; cf. Jn 6,1-13). Con esto nos enseña también a nosotros a
no ser indiferentes ante las necesidades de los demás. Al compartir nuestro
pan, no sólo le quitamos el hambre a nuestro hermano necesitado, sino que
le mostramos el amor de Dios.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Leamos c) Dar de beber al sediento
Pensemos en muchos hermanos nuestros que se enferman porque tienen
que calmar su sed con agua contaminada. Hay también muchas personas
en nuestros barrios que tienen que comprarla para su aseo diario mientras
muchos la desperdician. El Papa Francisco advertía que “privar a los pobres
del acceso al agua significa negar el derecho a la vida fundamentado en su
inalienable dignidad” (LS 30).
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
8. Oremos al Señor expresándole en voz alta en forma de oración
nuestro compromiso de vivir estas obras de misericordia.
9. Sigamos examinando nuestra vivencia de las obras de Misericordia
corporales
Leamos: d) Acoger al forastero
Por la acogida al forastero seremos reconocidos en el momento del juicio
final, así como por las demás obras de misericordia (Mt 25,35). Existen
muchos inmigrantes que esperan nuestra ayuda para poder vivir dignamente
junto a su familia, ayuda que debe hacerse presente en toda forma y en todo
Plan de Pastoral - Marzo 2016
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momento. Como cristianos debemos mostrar el rostro misericordioso de
Jesús, poniendo en práctica el amor cristiano por encima de cualquier otra ley.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Leamos: e) Vestir al desnudo
Es cierto que hoy día hay abundancia de vestidos, pero no todos
tenemos las mismas facilidades de obtenerlos. A menudo nos encontramos
con hermanos escasos de vestidos. Ayudémosles y seamos solidarios
y démosles la posibilidad de tener vestidura limpia y respetable, que les
permita reencontrar al Señor en la bondad de los demás.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Leamos: f) Visitar a los encarcelados
La carta a los Hebreos nos señala en forma de mandato el cumplimiento
de esta obra de misericordia: “Acuérdense de los presos, como si ustedes
estuvieran presos con ellos” (Hb 13,3). La Iglesia nos llama a llevarles, no
sólo cosas materiales, sino el cariño de toda la comunidad y el aliento de
Jesús a cada uno de ellos, para que se sientan parte del rebaño del Único
Pastor. Y pueda oírse de nuevo el cumplimiento de la profecía: “El Espíritu
del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me
envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los
cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar
un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-21; cf. Is 61,1s).
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Leamos: g) Enterrar a los muertos
Sepultar a los muertos no significa que los olvidemos, por el contrario, esta
obra de misericordia corporal nos lleva a la obra de misericordia espiritual
que nos invita a rezar por los vivos y los muertos. Es un acto de misericordia
mantener sus sepulturas en buen estado, pues en ellas se contienen los
restos mortales de aquellos que fueron templo del Espíritu Santo, y que
resucitará al final de los tiempos.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
10. Oremos al Señor expresándole en voz alta en forma de oración
nuestro compromiso de vivir estas obras de misericordia.
11. Canto
12. Oración del Jubileo
13. Canto final.
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Déjense reconciliar con Dios
DUODECIMA HORA:
Misericordiosos como el Padre cultivemos las obras de misericordia
espirituales
1. Motivación: En esta Hora continuamos nuestra oración y reflexión sobre
las obras de misericordia espirituales ayudados por la Carta Pastoral de
nuestros Obispos Dominicanos del 21 de Enero del 2016.
Resuenan con fuerza estas palabras del Papa Francisco: En este Año
Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven
en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el
mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad
y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de
muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a
causa de la indiferencia de los pueblos ricos.
En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas,
a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia
y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la
indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide
descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para
mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas
privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de
auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros
para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de
la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper
la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la
hipocresía y el egoísmo (MV 15).
2. Canto: Misericordiosos como el Padre
3. Oremos al Señor: Rezamos o cantamos a dos coros el Salmo 134.
Luego nos quedamos en silencio y lo releemos. Cada uno y cada una
resalta uno de sus versos.
4. Canto
5. Escuchemos la Palabra: Mateo 5, 1- 16.
6. En silencio, leamos y releamos este texto. (10 minutos).
7. Canto
8. En este momento de oración examinémonos sobre nuestra
vivencia de las obras espirituales.
Leamos: a) Enseñar al que no sabe
Es un acto de mucha misericordia y solidaridad enseñar a los demás.
Pensemos de todo lo que se priva el que no sabe leer y escribir. Con
el plan “Quisqueya Aprende Contigo” fueron muchas las personas
Plan de Pastoral - Marzo 2016
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alfabetizadas. Ojalá se pueda continuar con este proyecto hasta el final.
Además, hay que seguir facilitando y ayudando a los ya alfabetizados a
que sigan creciendo y desarrollándose en todo tipo de conocimiento y
cultura.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Leamos: b) Dar buen consejo al que lo necesita
Hay muchas personas que cometen graves errores, porque no tienen a
alguien de confianza que les ayude a encontrar nuevamente el camino del
bien. Para dar un buen consejo es necesario que nosotros mismos hayamos
sido aconsejados. Dado que aconsejar es un don del Espíritu, debemos
pedírselo a Dios para que con nuestras palabras y nuestras acciones,
aconsejemos a los que lo necesitan.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Leamos: c) Corregir al que yerra
Esta obra de misericordia se inspira en el texto de la corrección fraterna
(Cf. Mt 18,15-17). Cuando un hermano nuestro peca o se equivoca, es
nuestro deber llamarlo a corrección, pero siempre con caridad. De ese modo,
evitamos los comentarios y malos entendidos que tantas veces provocan
separación y conflictos en la comunidad.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
9. Oremos al Señor expresándole en voz alta en forma de oración
nuestro compromiso de vivir estas obras de misericordia.
10. Canto
11. Sigamos examinando nuestra vivencia de las obras de
Misericordia espirituales.
Leamos: d) Perdonar al que nos ofende
El acto más sublime del amor es el perdón. Pero ¡Qué difícil es perdonar!
En los Evangelios vemos que Jesús enseñó con palabras a sus discípulos
la importancia del perdón. La última lección la dio en la cruz, perdonando a
sus propios verdugos. En la oración del Padrenuestro nos dice que para que
seamos perdonados tenemos que perdonar primero a los que nos ofenden.
No esperemos a que los que nos han ofendido vengan a pedirnos el perdón,
hagámoslo siempre como nos lo enseña Jesús.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
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Déjense reconciliar con Dios
Leamos: e) Consolar al triste
En el discurso de las Bienaventuranzas Jesús nos dice: “Dichosos los
que lloran porque serán consolados” (Mt 5,5). Dios, por medio de su Espíritu
Santo, nos consuela. Pero se vale de nosotros para consolar a los demás.
Somos consuelo para los tristes, no sólo cuando nos compadecemos,
sino también, cuando evitamos ser causa de sus tristezas. Que podamos
compartir “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren,
son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos
de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su
corazón”(GS 1)
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Leamos: f) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
Es fácil ver la paja en el ojo ajeno y difícil ver la viga en el nuestro. La
paciencia frente a los defectos de nuestros hermanos nos hace madurar y
crecer y puede ser el mejor camino de ayudarles a su superación. Quien
reconoce sus defectos y limitaciones puede ser más fácilmente tolerante
con los demás.
Examinémonos en silencio cómo vivimos esta obra de misericordia
(5 minutos)
Oremos al Señor expresándole en voz alta en forma de oración nuestro
compromiso de vivir estas obras de misericordia.
12. Canto
13. Oración del Jubileo
14. Canto final.
DÉCIMA TERCERA HORA:
Promovamos la misericordia en nuestras familias, comunidades,
parroquias, diócesis y sociedad
Motivación: En esta hora oramos al Señor para que nos fortalezca y
podamos promover la misericordia como nos pide el Papa Francisco: “La
primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo. De este amor, que llega
hasta el perdón y al don de sí, la Iglesia se hace sierva y mediadora ante los
hombres. Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente
la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en
las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos,
cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (MV 12).
Plan de Pastoral - Marzo 2016
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Contemplando los misterios gloriosos que nos hablan de la instauración
del Reino de Dios oremos por todos aquellos que se dedican al crimen
organizado y por todos los que promueven y practican la corrupción pública
y privada para que el Señor les conceda su conversión.
2. Canto
3. Oración al Señor: Salmo 43 (42).
4. Escuchemos la Palabra: Efesios 5, 17-32 y 6, 1-8.
6. Meditemos con el Papa Francisco:
La palabra del perdón pueda llegar a todos y la llamada a experimentar
la misericordia no deje a ninguno indiferente. Mi invitación a la conversión
se dirige con mayor insistencia a aquellas personas que se encuentran
lejanas de la gracia de Dios debido a su conducta de vida. Pienso en modo
particular a los hombres y mujeres que pertenecen a algún grupo criminal,
cualquiera que éste sea. Por vuestro bien, os pido cambiar de vida. Os lo
pido en el nombre del Hijo de Dios que si bien combate el pecado nunca
rechaza a ningún pecador. No caigáis en la terrible trampa de pensar que
la vida depende del dinero y que ante él todo el resto se vuelve carente de
valor y dignidad. Es solo una ilusión. No llevamos el dinero con nosotros al
más allá. El dinero no nos da la verdadera felicidad. La violencia usada para
amasar fortunas que escurren sangre no convierte a nadie en poderoso ni
inmortal. Para todos, tarde o temprano, llega el juicio de Dios al cual ninguno
puede escapar.
La misma llamada llegue también a todas las personas promotoras o
cómplices de corrupción. Esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave
pecado que grita hacia el cielo pues mina desde sus fundamentos la vida
personal y social. La corrupción impide mirar el futuro con esperanza
porque con su prepotencia y avidez destruye los proyectos de los débiles y
oprime a los más pobres. Es un mal que se anida en gestos cotidianos para
expandirse luego en escándalos públicos. La corrupción es una obstinación
en el pecado, que pretende sustituir a Dios con la ilusión del dinero como
forma de poder. Es una obra de las tinieblas, sostenida por la sospecha y la
intriga (MV 19).
7. En silencio releamos la Palabra y dejemos que entre a nuestro
corazón (10 minutos)
8. Canto
9. Recemos los misterios gloriosos del Rosario en este orden:
Se dice el Misterio. Se dice una intención unida a la misericordia.
Se rezan las avemarías y el Gloria. Luego se hace un canto.
• En el primer misterio glorioso contemplamos la Resurrección del
Señor. (Mc 16, 5-6)
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Déjense reconciliar con Dios
• En el segundo misterio glorioso se contempla la Ascensión del Señor
a los cielos. (Mt 28, 18-19; Lc 24, 50-51)
• En el tercer misterio glorioso se contempla la venida del Espíritu
Santo sobre la Virgen María y los apóstoles. (Hch 2, 1.3-4)
• En el cuarto misterio glorioso se contempla la asunción de Santa
María al cielo.
• En el quinto misterio glorioso se contempla la coronación de Santa
María. (Ap 12, 1)
10. Intercedamos ahora por aquellos que se dedican al crimen, al
narcotráfico, a la corrupción. En silencio se ora por ellos por 10 minutos
y luego se hacen peticiones públicas.
11. Pidamos perdón por aquellos que no piden perdón a Dios y cierran
sus oídos a su llamada de misericordia. Se reza el Yo confieso.
12. Oración final: la del Jubileo
13. Canto final.
• Decimocuarta Hora: Se hace como en la Segunda Hora
• Decimoquinta Hora: Se hace como en la Tercera Hora
• Decimosexta Hora: Se hace como en la Cuarta Hora
• Decimoséptima: Se hace como en la Quinta Hora
• Decimoctava Hora: Se hace como en la Sexta Hora
• Decimonovena Hora: Se hace como en la Séptima Hora
• Vigésima Hora: Se hace como en la Octava Hora
• Vigésima primera Hora: Se hace como en la Novena Hora
• Vigésima segunda Hora: Se hace como en la Décima Hora
• Vigésima tercera Hora: Se hace como en la Undécima.
• Vigésima cuarta Hora: Eucaristía o Celebración de la Palabra


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